No sé si está bien lo que voy a decir pero me ronda la cabeza en estos momentos y allá va:
Cada vez veo más claro que hay muchos tipos de clientes casi tantos como personas. Existe un tipo de clientes que no me agrada tener en el despacho, viene al abogado para que hagas trampas en todo para que engañes a todo el mundo en su nombre y si no consigues lo que él tiene en la cabeza se frustra y te hace responsable de ello. Piensan que los abogados somos o debemos ser como los periodistas del corazón, es decir, que no debemos tener los más mínimos escrúpulos en hacer daño a los demás, sacando las miserias y los trapos sucios, las más mínima ética en el trato de los contrarios y ser tan agresivos como una manada de leonas cazando.
Pues no es así, en este despacho se tienen escrúpulos a la hora de tomar decisiones, por supuesto se intenta siempre hacer el mínimo daño al contrario y la agresividad, la dejamos para casos muy concretos dónde se hace requisito indispensable en la defensa del cliente.
Algunos pensarán que estoy loco, que pensando así nos vamos a quedar sin clientes, que los abogados tienen que defender a todo el mundo aunque sea culpable, o lo que pretenda sea hacer daño o quedarse con lo de los demás, y yo les digo que lo que nos quedaremos es sin clientes IMPRESENTABLES, pero los clientes con principios parecidos a los nuestros vendrán a éste despacho porque es donde se sentirán bien tratados y además se identificarán con las políticas de empresa que defendemos.

Parecerá mentira lo que voy a decir, pero ya hay sin hacerlo expresamente una selección natural en ese sentido. A nuestro despacho no suelen venir salvo contadas excepciones clientes del perfil agresivo o dañinos y si lo hacen con solo una o dos conversaciones se dan cuenta de que están en el lugar equivocado. Hay otros abogados por suerte para ellos que se identifican con su forma de pensar y de actuar. Eso es bueno, porque tiene que haber de todo tipo de abogados para todos los tipos de mentes.
Por suerte nos dedicamos en un gran porcentaje a la empresa, y en ella lo que prima son los números y la rentabilidad. También la ética, pero en menor medida que en un divorcio contencioso dónde ambas partes tratan de hacerse daño utilizando incluso los hijos para ello, o en un caso de violación o terrorismo.
Dedicarnos a la empresa, ser sus asesores de manera integral, aconsejarles a nivel jurídico y llevar su contabilidad nos permite tener un trato cercano con cada una de ellas y, beneficiarnos mutuamente de una actitud que es la de sacar la mejor parte que tenemos para ofrecer nuestros servicios lo que lleva de manera inevitable que ellos nos paguen con un trato similar dándose de la manera más cordial y sacando también lo mejor de ellos.
La lección que saco de todo esto, es muy simple, hasta en el trabajo hay que mantener una ética que refleje los principios de la empresa o en este caso del despacho.
Es importante por lo que antes he dicho, los clientes deben poder identificar el tipo de despacho al que se van a dirigir porque así verán de antemano si se corresponde con sus maneras de pensar y de vivir, hay una frase que dice «Dios los cría y ellos se juntan» pues así debe ser en el trabajo también porque así el trato y las relaciones laborales y profesionales serán mucho más fáciles.
Ni que decir tiene que esto no solo es aplicable a los clientes si no que igualmente aplicable es a los trabajadores de esa empresa o despacho. Si quieren que su jornada laboral sea provechosa y enriquecedora a todos los niveles deben tener en cuenta la ética y los principios de la empresa o bufete que te va a contratar, de lo contrario tu jornada diaria puede ser un infierno.